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Kingsley señaló, trataré de recordar las palabras exactas. «El colmo de la ironía», dijo,
«es que yo experimente este singular desastre, mientras que alguien como Joe Stoddard
hubiera estado perfectamente bien».
CONCLUSIÓN
Y ahora, mi querido Blythe, puedo adoptar de nuevo un estilo más personal. Ya que su
madre nació en el año 1966 y ya que el apellido de su abuela materna es Halsey, será
claro para usted que he tenido otras razones aparte de su interés en la Nube para arreglar
que esos documentos le sean enviados en oportunidad de mi muerte.
Queda poco por decir. El Sol reapareció al principio de la primavera de 1966, que fue
terriblemente fría. Pero a medida que la Nube se alejaba del Sol tomó una forma tal que
reflejaba una pequeña parte de la energía solar incidente. Esto produjo un cálido tiempo
de verano al empezar el mes de mayo que todos recibieron alborozadamente después del
desapacible invierno y primavera. De manera que la Nube se alejó del sistema solar. Y de
ese modo terminó el episodio de la Nube Negra, como se la conocía popularmente.
Después de la muerte de Kingsley, y después de la partida de la Nube, hubiera sido
poco realista de nuestra parte seguir las tácticas que habíamos usado anteriormente
desde Nortonstowe. En lugar de eso Parkinson fue a Londres y proclamó que la retirada
de la Nube era debida en gran parte a nuestros buenos oficios. Esto no fue difícil de
sostener pues la verdadera razón de la partida de la Nube no se le ocurrió a nadie fuera
de Nortonstowe, y nosotros nos cuidamos de divulgarla. Siempre he deplorado que
Parkinson considerara conveniente hacer aparecer a Kingsley como muy censurable,
representándole como un exaltado que al final había sido depuesto por la fuerza. Esto
también fue creído, ya que por alguna razón Kingsley era considerado en Londres, y en
cualquier otro sitio, como una persona por completo malévola. La muerte de Kingsley dio
color a esta historia. En suma, Parkinson pudo convencer al gobierno británico de que no
tomara ninguna actitud contra sus propios ciudadanos y que resistiera la deportación de
los otros. En realidad se hicieron varios intentos de deportación, pero a medida que se
estabilizaban los asuntos nacionales y Parkinson ganaba una creciente influencia en los
círculos gubernamentales se hizo más fácil resistirlos.
Marlowe, Alexandrov y el resto, excepto Leicester, permanecieron en Inglaterra. Sus
nombres pueden encontrarse en las revistas especializadas, especialmente el de
Alexandrov que ganó un amplio conocimiento en los círculos científicos, aunque su
carrera en otros aspectos creo que fue algo tormentosa. Leicester, como decía, no se
quedó. Contra el consejo de Parkinson insistió en volver a su Australia natal. Nunca llegó
allá, habiéndose informado que se perdió en el mar. Marlowe siguió siendo muy amigo de
Parkinson y mío hasta que murió en 1981.
Todo esto ocurrió en los pasados cincuenta años. Una nueva generación es la que
dirige ahora las cosas. Mi propia generación se ha deslizado ya en las sombras de esta
apariencia que llamamos «vida». Sin embargo todavía puedo verlos con gran claridad:
Weichart, joven, inteligente, con un carácter apenas formado; el amable Marlowe
expeliendo para siempre su execrable tabaco; Leicester, gracioso y alegre; Kingsley,
brillante, poco convencional, lleno de palabras; Alexandrov con su mechón de cabellos
toscos y enredados, también brillante y de muy pocas palabras. Era una generación
insegura, que no sabía casi adonde quería ir. En cierto sentido fue una generación
heroica, relacionada imperecederamente con los acordes iniciales do la gran sonata que
su abuela tocó en esa noche memorable en que Kingsley adivinó por primera vez la
verdadera naturaleza de la Nube.
Y así llegó al final, aparentemente un anticlímax, pero no así en verdad. Tengo todavía
una sorpresa. ¡El código! Originalmente sólo Kingsley y Leicester tenían acceso al mismo
mientras era posible establecer comunicaciones con la Nube. Marlowe y Parkinson
creyeron que el código había muerto con Kingsley y Leicester, pero no fue así. Kingsley,
me lo dio durante su último acceso de cordura. Lo tuve durante todos estos años sin
saber nunca si debía revelar o no su existencia. Este es el problema que dejo ahora en
sus manos.
Le envío mis mejores deseos.
Por última vez, JOHN MCNEIL
EPILOGO
Era un día frío con tendencia a llover, parecido al día de enero que Kingsley había
soportado tantos años antes, cuando por primera vez leí el asombroso informe de McNeil
sobre la Nube Negra. Durante toda la tarde y parte de la noche estuvo sentado ante el
fuego en mis habitaciones del Queen s College. Después de la conclusión, a la que llegué
con tristeza pues McNeil nos había dejado unos pocos días antes con la irrevocable
permanencia que sólo puede producir la muerte, desaté el paquete que quedaba. Dentro
había una pequeña caja de metal que contenía un rollo de papel, amarillento por el
tiempo. En el papel había unas diez mil perforaciones del tipo utilizado por los antiguos
instrumentos fotoeléctricos de lectura. ¡Este era el código! Con un gesto podía haber
enviado el rollo al fuego y en un breve segundo toda posibilidad de una ulterior
comunicación con la Nube hubiera desaparecido para siempre.
Pero no fue eso lo que hice. En su lugar realicé mil copias exactas del código. ¿Las
distribuiré por todo el mundo, en cuyo caso nada puedo impedir que alguien, en algún
lugar, tarde o temprano, vuelva a establecer contacto con la Nube? ¿Queremos seguir
siendo un pueblo grande en un mundo pequeño o llegar a ser un pueblo pequeño en un
mundo más amplio? Esta es la disyuntiva final hacia la que he dirigido mi relato.
J.B.
17 de enero, 2021.
FIN
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