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proporcionadas, ella no habría sentido ese odio hacia su aspecto.
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Cherry Adair  Lecciones de seducción
Deseaba que Luke regresara y que todo el mundo desapareciera. Poco a poco,
los invitados se fueron despidiendo. Ya eran más de las dos y Luke todavía no había
vuelto. Nick fue el último en marcharse. Se agachó y besó a Cat en la frente.
 ¿Estás segura de que no& ?
 ¡Vete!  Cat lo empujó . Gracias por ofrecerte para limpiar. Me ocuparé
personalmente cuando me despierte, la semana que viene.
 Has estado fantástica, Cat  aseguró Nick . Eras la reina de la fiesta.
 Me alegra oírlo  dijo sin reprimir un bostezo . Lástima que el príncipe azul
no se quedara para verme resplandecer.
 Vio más que suficiente. Puedes estar segura.
 Eres un encanto, Nick. Un poco mentiroso, pero encantador. Vete a casa,
Nick.
Nada más salir por la puerta, Catherine sintió el peso de los hombros y se
encorvó. Estaba demasiado cansada, demasiado excitada y a punto de estallar. No
dejaba de imaginar a Luke acostado con Karen. Las albóndigas y la salsa picante le
habían sentado como un tiro. Se dirigió a la cocina para tomarse un digestivo.
Después de ponerse cómoda con un pantalón de pijama, una camiseta de Luke y sus
viejas zapatillas, arrastró los pies hasta el salón y apagó el equipo de música. Por fin
había un poco de silencio.
Echó un vistazo alrededor. Todo estaba patas arriba, pero sabía que no podría
conciliar el sueño pese al cansancio acumulado. Se había convencido de que no podía
hacer nada respecto a la ausencia de Luke, pero sí podía evitar encontrarse aquel
caos a la mañana siguiente.
 Me lo debes, Van Buren. Estás en deuda conmigo  dijo para sí.
Llenó una bandeja de vasos vacíos y arrugó la nariz. Una enfermiza cantidad de
recuerdos acudieron a su mente de improviso. No podía soportar el olor de la
cerveza desde aquella fatídica noche, nueve años antes. Todo había comenzado de un
modo inofensivo. Sus amigos, con carnés falsos, la habían sorprendido al llevarla a
un club para celebrar su decimoséptimo cumpleaños. Catherine no quería recordar lo
que había venido después. Si lo hacía, tomaría el siguiente avión de regreso a casa.
Pero estaba segura de una cosa. La próxima vez que convenciera a Luke para
que la besara, se aseguraría de estar completamente sobria. El objetivo seguía siendo
el mismo, pero los planes habían cambiado. Había tomado una decisión y se
mantendría fiel a su plan. Ya no recularía como un cangrejo acobardado.
Se fijó en cómo iba vestida y torció el gesto con desgana. No era precisamente la
imagen de una seductora. Pero si aparecía de pronto con un camisón transparente
negro y una liga, Luke huiría despavorido. Tenía que actuar con cabeza, sin prisas.
Ella se limitaría a sugerir la idea y Luke tendría que interpretarla. Pero tendría que
estar preparada para el momento de la verdad.
Tardó más de una hora en limpiar la casa. Luke todavía no había vuelto. Cat se
mortificaba por albergar esperanzas mientras secaba el último plato junto al
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fregadero al tiempo que el lavavajillas vibraba detrás de ella. Pero sabía que no era la
única mujer que deseaba a Luke. Tendría que jugar sus bazas con mucho tacto y
esperar a que Luke hiciera el primer movimiento. Tendría que ser muy paciente. Era
una de sus virtudes, pero Luke no la compartía en absoluto.
Hizo una última comprobación en el salón en busca de alguna copa de cristal.
Encontró una y volvió a la cocina para apagar la luz antes de acostarse. Todo estaba
limpio y ordenado. Luke la había llamado «bicho raro». Era cierto que podía resultar
algo obsesiva. Luke era justo lo contrario. Pese a ser bastante meticuloso en su
trabajo, era un dejado para la casa. Habría olvidado un par de calcetines sucios
debajo de la mesa de la cocina durante días hasta que hubieran podido caminar hasta
la lavandería por su propio pie.
Las costumbres de Catherine habían arraigado en ella desde los seis años. Ella y
su madre se habían mudado constantemente, a veces en mitad de la noche. Se había
acostumbrado a guardar cada cosa en su sitio por seguridad. Miró la hora en el reloj
despertador. Eran las tres y media de la madrugada. Seguramente ya estarían
dormidos, arrebujados el uno contra el otro. Decidió que Karen tendría una de esas [ Pobierz caÅ‚ość w formacie PDF ]

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