[ Pobierz całość w formacie PDF ]
pasmado cuando la vea!
Guianeya se sonrió turbada.
El quimono largo hasta los talones, con dragones negros bordados en el fondo amarillo,
en realidad le sentaba muy bien. Los ojos negros, que parec�an por su longitud m�s
estrechos de lo que eran, completaban el parecido con una japonesa. Es cierto que el
color amarillo del vestido hac�a destacar m�s el matiz verdoso de la piel de Guianeya,
pero Marina se esforzó por no prestar atención a esto. Y cuando dijo que el quimono le
sentaba muy bien a su amiga, lo dijo con sinceridad.
Se instalaron en una casita peque�a, "de juguete", seg�n expresó Guianeya, al pie del
famoso Fujiyama, puesta a su disposición amablemente por los que viv�an antes aqu�, en
cuanto supieron que el lugar le agradaba a Guianeya.
Las personas de la Tierra, como siempre y en todas partes, trataban a la hu�sped del
cosmos con una atención extraordinaria. Igual sucedió en el Japón. No hizo m�s que decir
Guianeya que le gustaba el traje nacional de las japonesas que hab�a visto en el museo,
cuando a la ma�ana siguiente fue enviado un quimono cosido especialmente para ella,
para su talla.
Guianeya se lo puso inmediatamente.
Se sent�a que le gustaba el Japón a Guianeya. Todo aqu� no era lo mismo que en otros
pa�ses, o como se dec�a ahora, en otros lugares. Y a Marina le pareció que lo que
rodeaba a Guianeya correspond�a en algo a sus gustos y costumbres.
La hu�sped aceptó con alegr�a manifiesta, la proposición de instalarse en esta casa
solitaria apartada de otras construcciones.
�Buscaba la soledad? Esto era posible teniendo en cuenta el estado en que se
encontraba Guianeya cuando voló hacia aqu�. Pero Marina no sab�a por qu� estaba
convencida de que la causa era otra. �En qu� consist�a? Esto no lo sab�a, pero no pod�a
borrar de ninguna forma la impresión de que aqu� Guianeya, por primera vez desde que
estaba en la Tierra, se sent�a como en "su casa".
A pesar del aislamiento y de las dimensiones diminutas, su casita, de ninguna forma,
era la vivienda de un ermita�o. Estaba dotada de todas las comodidades, incluyendo la
dotación autom�tica de todo lo necesario. Ten�a la imprescindible piscina para nadar, la
cual no se encontraba en el interior de la casa sino a cielo abierto.
Una cómoda terraza y el jard�n de cerezos, tradicional en el Japón, creaban
condiciones admirables para el descanso, que por lo visto, tanto ansiaba Guianeya.
Marina, para la cual no estaba de m�s descansar de los viajes ininterrumpidos del
�ltimo a�o y medio, estaba dispuesta a pasar en este lugar un largo tiempo.
Hoy era el segundo d�a de su estancia.
Ahora hablaban sólo en espa�ol. Por fin Marina pod�a conversar con su amiga sin
buscar palabras y de cualquier tema. Decidió firmemente preguntar a Guianeya,
inadvertidamente y poco a poco.
Marina mencionó ahora el nombre de su hermano no de una forma casual. Le
interesaba mucho qu� pensaba Guianeya de V�ktor, y como mujer, comprend�a lo "del
amor" no tan esc�pticamente como V�ktor.
Guianeya parec�a que no hab�a prestado atención a la �ltima frase.
�Es verdad? preguntó . �Estoy bien con este vestido?
Marina se rió.
No es esto lo que usted quiere preguntar dijo Marina . Reconozca, �a usted le
interesa saber si est� bien con este vestido?
Guianeya suspiró.
Esto he preguntado contestó con franqueza . Pero me he olvidado de que no soy
una mujer de la Tierra. Est� bien o no, nadie hay aqu� que pueda apreciarme. Soy
extra�a.
Ese es un punto de vista completamente erróneo. Usted es lo mismo que todos. Que
yo. Sólo que m�s guapa.
No se trata de esto la faz de Guianeya se entristeció . Usted, Marina, no dice la
verdad. Yo no soy as�. La forma exterior del cuerpo no lo hace todo. Somos
completamente distintas. Esto lo comprendo muy bien . Y despu�s de un silencio
a�adió : Estoy condenada. Usted lo debe comprender. Lo mismo que entre ustedes, en
nuestro mundo existe el amor y las mujeres est�n llamadas a ser madres.
Usted volver� a su patria. Diga todo y las personas de la Tierra la ayudar�n a
regresar donde los suyos.
No volver� jam�s. Yo misma me he cortado el camino para regresar. La traición no
puede ser perdonada. Entre nosotros no la perdonamos: ni nunca, ni a nadie. Y esto,
claro est�, es justo.
Se volvió con violencia y desapareció en el interior del cabezal. Pero Marina no pod�a
dejar as� la conversación. Y la renovó pasada una hora despu�s del ba�o, cuando
estaban desayunando en la terraza.
No se enfade, Guianeya dijo tocando cari�osamente la mano de su amiga quiero
otra vez tratar el mismo tema. Usted dijo que la traición no se perdona. Estoy de acuerdo,
pero no veo que usted haya cometido ninguna traición. Dijo que los sat�lites se
encontraban en la Luna y aconsejó destruirlos. Por lo visto en ellos hay peligro para
nosotros. Su acción fue provocada por un sentimiento humano. No hay ninguna moral que
pueda hablar contra usted. Ninguna, ni la nuestra, ni la de ustedes. Ustedes y nosotros
somos id�nticos seres racionales. �En dónde est� la traición? Si usted ha impedido la
realización de los planes de sus compatriotas, ha sido porque eran feroces y no dignos de
un ser racional. Adem�s, en su patria no todos piensan lo mismo. Recuerde a Riyagueya.
Guianeya irguió la cabeza.
Riyagueya dijo ella . �Qu� sabe usted de �l?
No mucho, pero lo suficiente. Usted comprendió que el ten�a razón y por esto habló.
�Es que no es as�?
Guianeya calilo durante un largo rato.
Yo s� dijo que he obrado bien y que Riyagueya habr�a aprobado mi acción. Pero
es muy duro ponerse en contra de su patria. Comprenda usted esto.
Lo comprendo perfectamente, pero usted ha obrado con nobleza. En su lugar
Riyagueya hubiera hecho lo mismo.
El rostro de Guianeya se ensombreció.
No pronunció bajo . El obró de otra forma.
Estuvo largo rato sentada inmóvil, cerrados los ojos, ensimismada en sus recuerdos .
Obró de otra forma volvió a repetir . Y no considero justa su acción. Yo ten�a que
hacer lo que hice, pero no lo que hizo �l. Yo soy mujer. Despu�s de un silencio
prolongado, de repente dijo : Su hermano es asombrosamente parecido a Riyagueya.
[ Pobierz całość w formacie PDF ]