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peligroso que un mito. Tal vez un mito con una sobrecarga explosiva poco usual.
La muerte de Castro, en medio de un pueblo condenado al exterminio por Washington durante 40
años, produciría una reacción internacional, sobre todo en América Latina, de proporciones mayores. Su
lucha durante tantos años contra el vecino implacable del Norte cobraría, de pronto, un sentido
impresionante.
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ALGO DE BONDAD
Se equivocan los que piensan que el Gobierno de Cuba se vendría al suelo, a la manera como cayó
Batista en 1959, si Castro muere. Tal vez ocurriría todo lo contrario.
Castro, como símbolo yacente y sepultado es más peligroso para los Estados Unidos que el Castro que
camina por los pasillos del Palacio de la Revolución.
Polvo enamorado
Luis Báez: Usted será recordado, entre otras cosas, como el cronista del exilio.
Luis Ortega: No quiero que me recuerden ni un carajo. A mí me ha tocado la mala suerte de tener que
oír a unos y a otros y esta mala leche que tengo, y podría emplear en empresas mejores, la tengo que
malgastar en cosas tan pequeñitas. Mi destino cruel es ser el cronista de este circo que es el folklore
cubano de Miami.
Luis Báez: ¿Qué piensa de la muerte?
Luis Ortega: Le tengo espanto, como tú, pero la espero a pie firme.
Además, lo único que me consuela, al ver la mierda en que se ha
convertido el mundo y sus gentes, es que me queda poco tiempo
de vida. Le tengo un poco de piedad a quienes empiezan a vivir
en este mundo de hoy.
Luis Báez: ¿Dónde va a pedir ser enterrado?
Luis Ortega: Yo he pedido que me quemen. Y cada vez que pienso en eso se me encogen los que tú
sabes.
Luis Báez: ¿Ha vivido momentos muy tristes?
Luis Ortega: Hay muertes que nos llenan de tristeza y que vienen a ser como un preludio de la propia.
Eso ha sido la muerte de Olga, mi esposa. La muerte de Gastón Baquero[11], convertido también en
cenizas, fue otro profundo golpe que he recibido en los últimos tiempos. Cuando se llega a cierta altura
de la vida son tantas las cruces que van quedando en el camino que uno se va familiarizando con la idea
del último viaje y va perdiendo el miedo.
Luis Báez: ¿Cuándo vio a Baquero por última vez?
Luis Ortega: La última vez que vi a Baquero fue en Madrid - en el verano de 1995 - cuando acababa de
entrar en el asilo de la tercera de edad. Estaba muy deprimido y sin embargo, ya se había creado en torno
a su persona una atmósfera de amor y simpatía.
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ALGO DE BONDAD
Nunca entendí por qué Gastón decidió buscar refugio en España.  ¿Por qué no vas a los Estados
Unidos? , le pregunté en abril de 1959 en vísperas de su salida de Cuba a través de una embajada. Me
hizo señas, aludiendo al color de su piel.  Allí nos discriminan , me dijo. Tal vez exageraba un poco.
Con el tiempo he descubierto que la discriminación no es solamente por el color de la piel.
Sí algún día se tratara de escoger al cubano que puede simbolizar el destierro sería necesario acudir a
Gastón Baquero. Lo de Gastón fue un fracaso desde el primer día que llegó a España. Vivió en Madrid,
durante 38 años, hasta el día de su muerte. Hubo épocas en que no le abría la puerta a nadie.
En una carta a Justo Rodríguez Santos,[11] recientemente publicada, le decía lo siguiente:  Estoy
retirado, automarginado, voluntariamente alejado de todos. No voy a reuniones, conferencias, lecturas
de poemas, etc., porque comprendo que en mi estado de ánimo, terriblemente pesimista y negativo, no se
debe andar por la calle. He perdido por completo la fe en la comunicación .
Era un hombre muy aferrado a su tierra y a sus frutos. Para él, es obvio, el destierro fue un castigo
brutal. España siempre ha sido un paraje inhóspito para los cubanos, a pesar de la comunidad de lengua,
que es engañosa.
Baquero, en España, tanto en tiempos de Franco, como en los posteriores debió haber ocupado un
lugar importante en la literatura y la poesía y no fue así. No recuerdo quién fue el que dijo, a lo mejor el
propio Baquero, que los españoles a lo más que llegan es a  permitirnos contemplar su vivir . Nada más.
No se admiten más que observadores y admiradores.
Sus opiniones políticas serán olvidadas, porque en realidad no tenían autenticidad. Brotaban de su
tristeza profunda al tener que vivir fuera de Cuba. En él, como en nadie, esto se dio como castigo.
Luis Báez: La desaparición de su esposa se trata de algo más que una muerte.
Luis Ortega: Son 63 años de íntima vinculación de un hombre con una mujer buena y noble. Es una
larga historia con todos sus horrores y delicias.
Olga murió después de una larga y penosa enfermedad. Quiero hablar del horror de la desolación. ¿
Por qué lo hago? Tal vez para dejar constancia de mi protesta contra el propio Dios, su Dios de siempre,
que se la llevó de una manera tan cruel. O para protestar contra el encanallamiento de los médicos y [ Pobierz caÅ‚ość w formacie PDF ]

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