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¡hubo un silbido en el aire, cerca de la cabeza de Tumithak, y antes de llegar a asestar el
golpe, el mog se venció de súbito hacia delante y cayó al suelo con el corazón atravesado
por una flecha!
Tumithak se volvió y vio a Nikadur arrodillado en el césped, colocando otra flecha en su
arco. Al comprender lo que había hecho su camarada sonrió, entre asombrado y
complacido por la valentía recobrada de Nikadur. Luego sacó la pistola y volvió a prestar
atención a la pelea. Los shelks estaban espantados ante la muerte repentina e
inexplicable del cazador, y ello dio a los loorianos el necesario segundo de ventaja.
Mientras Tumithak se volvía, el shelk armado ya apuntaba su misterioso tubo... ¡y luego,
sorprendido, vio con que prendía fuego en los matorrales situados a su derecha, donde
señalaba el tubo!
El estupendo tubo del shelk agonizante
Tumithak disparó en seguida y, por puro milagro, la bala acertó al shelk en pleno
cuerpo. Lanzó un grito extraño, sus miembros quedaron yertos y cayó al suelo, soltando el
tubo. Cuando éste cayó, Tumithak descubrió algo maravilloso. ¡El largo extremo del tubo
describía una trayectoria y, donde quiera que apuntase, la vegetación se incendiaba
inmediatamente! El sendero de llamas brotó a la izquierda, en las copas de los árboles,
sobre sus cabezas y detrás de los shelks; luego, cuando el tubo cayó al suelo, quedó una
larga franja de tierra ennegrecida que comenzaba junto a la boca del tubo y se extendía
hacia el bosque. En algún lugar, una enorme rama separada del tronco por el rayo de
calor cayó estruendosamente al suelo. Esto hizo que Tumithak volviese a fijarse en la
escena de la batalla, precisamente cuando otro de los shelks trataba de recoger el tubo.
¡Tumithak volvió a disparar... y falló! Iba a disparar la última bala que le quedaba, cuando
oyó vibrar el arco de Nikadur y vio que el segundo shelk caía al suelo, agitando
débilmente las patas y procurando arrancarse la flecha que había atravesado su cuerpo.
Ahora sólo quedaban dos mogs y un shelk, y la ventaja de la sorpresa seguía del lado
de los loorianos. El último shelk quiso recoger el arma de su hermano muerto, pero
mientras lo hacía Tumithak y Nikadur, empujados por la fiebre de la batalla, arremetieron
decididos a impedirlo. Cuando llegaron a la mitad de la pendiente, ambos se detuvieron
para disparar sus armas, y cuando se vieron abajo sólo les hizo frente un mog. Porque los
dos cazadores estaban enfrascados en la batalla con la muchacha y apenas habían
reparado en lo que ocurría a sus espaldas. En el mismo momento en que Tumithak y
Nikadur llegaban al pie de la colina, la muchacha, con un golpe de suerte, mató a uno de
los mogs. El otro quiso volverse para recurrir a sus amos. El verlos caídos en el suelo fue
demasiado para el cobarde mog. Lanzó un aullido, abandonó la pelea y huyó.
De primera intención, a Tumithak no le importó que escapara, pero lo pensó mejor,
recordando al mog que había escapado de la torre de los shelks en Shawm. Por ello lanzó
una rápida orden a Nikadur, y una veloz flecha alcanzó al cazador, silenciando para
siempre sus aullidos. Luego los loorianos se acercaron a la muchacha.
Aún estaba con la espalda apoyada contra el árbol; su pecho subía y bajaba, agitado
por el esfuerzo de la batalla. Su larga cabellera, que era negra como la de los mogs, le
caía sobre los hombros y estaba empapada del sudor vertido durante el combate. Vestía
una túnica larga no muy distinta de los vestidos que usaban las loorianas, pero al parecer
su tribu poseía el secreto de los tintes, porque era de color azul intenso. Tumithak pensó
que nunca había conocido una mujer con la mitad de la energía y el valor que había
mostrado aquella muchacha desconocida. El matador de shelks se acercó
cautelosamente a ella, sintiéndose cohibido, por primera vez en su vida, en presencia de
una mujer. No pudo articular palabra; de hecho, fue Nikadur quien finalmente rompió
aquel embarazoso silencio.
Entablan amistad con la muchacha
 Somos amigos  afirmó y, por cierto, no estaba de más el decirlo, pues la muchacha
mantenía la espada en guardia, no sabiendo cómo sería tratada por los recién llegados. A
las palabras de Nikadur, bajó la espada poco a poco y relajó su tensa postura.
 ¿Quiénes sois?  preguntó en tono de asombro  . ¿Quiénes sois vosotros, que
matáis lo mismo shelks que mogs con extrañas armas de trueno?
Tumithak sacó el pecho con arrogancia. Había recobrado su compostura y, al oír las
palabras de la muchacha, volvió a llenarse de aquella vanidad que le caracterizaba.
 ¡Yo soy Tumithak, el matador de shelks!  anunció . ¡Tumithak, Señor de Loor, jefe
de Yakra y de Nonone, Amo de los Corredores Tenebrosos y de las Galerías de los
Estetas! ¡He venido a la Superficie para exterminar a los shelks y enseñar al Hombre a
combatir de nuevo por la reconquista de su antigua herencia! Mi compañero se llama
Nikadur... y también mata shelks.
Mientras hablaba, Tumithak pareció comprender que ya no era «el matador de shelks»,
sino que ahora debía compartir tal honor con su camarada. Se volvió hacia Nikadur, lo
cogió de los hombros y lo besó en la mejilla.
 Amigo mío, ahora tú también eres un matador de shelks  dijo . Corta pronto las
cabezas, para que podamos mostrárselas a nuestros amigos cuando regresemos a
nuestros corredores.
Nikadur obedeció y fue a ocuparse de los cuerpos de los shelks mientras Tumithak
conversaba con la desconocida, que ahora era amiga.
Tumithak y la muchacha, amigos. Los tainos
 Jamás he oído hablar de esos lugares que tú nombras  dijo la muchacha, mientras
acomodaba la espada en una presilla de su cinturón . ¿Es posible que vengáis de otro
corredor?
Esta suposición le pareció razonable a Tumithak, pues en sus corredores nunca había
visto a nadie con una cabellera como la de la muchacha.
 Supongo que tienes razón  respondió . ¿Cómo se llama tu corredor, y cuál es tu
nombre?
 Soy Tholura la taina, y vengo del corredor de los tainos  la muchacha le mostró la
garganta, donde llevaba un cuidadoso tatuaje en forma de estrella azul de seis puntas .
Éste es el distintivo de todos los tainos  explicó.
 Y ¿qué haces en la Superficie?  inquirió Tumithak . ¿Es costumbre entre los tuyos
salir a la Superficie y desafiar a los shelks? Había un gran desdén en la voz de la
muchacha cuando respondió:
 En toda mi vida no he oído decir nunca que un taino se enfrentase voluntariamente ni
siquiera a un mog. ¡Los tainos son una raza de conejos! Se agazapan aterrorizados en lo
profundo de los corredores más bajos, y cuando los shelks y los inmundos mogs vienen a
cazarlos, huyen aterrorizados o sacrifican a uno de los suyos para que los demás puedan
vivir.
 Pero tú...  insistió Tumithak . ¿Cómo tuviste valor para dejar el túnel? ¿Cómo
estás en la Superficie?
 No lo sé.  repuso Tholura vagamente . Siempre he sido algo diferente de los
demás tainos. Me parece degradante huir frente al enemigo. Muchas personas de mi
pueblo me juzgan loca porque opino que es más noble morir que huir. Pero jamás había
pensado en aventurarme hasta la Superficie hasta hace tres días, cuando un grupo de
cazadores mogs invadió nuestros corredores y mató a mi hermana.
La muerte de la hermana de Tholura. Su venganza
 Quise convencer a mi padre y a mis hermanos de que los siguieran, porque estaba
segura de que los alcanzaríamos antes de que salieran de nuestro túnel. Pero como
cobardes y pusilánimes que son todos los tainos, se agazaparon en nuestro habitáculo y
dijeron que estaba loca al pensar semejante cosa. Tal vez lo estoy, pues cogí la espada [ Pobierz caÅ‚ość w formacie PDF ]

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