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lado aproximadamente; la negra era un rectángulo de un metro y medio de largo. Se
volvió hacia el kanamita.
-ð
¿Cuál de los dos es el más largo?
-ð
El rojo - dijo el kanamita.
Las dos agujas saltaron violentamente, al igual que la línea trazada sobre el papel.
-ð
Repetiré la pregunta - dijo el doctor -. ¿Cuál de los dos es el más largo?
-ð
El negro - contestó la criatura.
Esta vez los instrumentos continuaron su ritmo normal.
-ð
¿Cómo llegaron a este planeta? - preguntó el doctor.
-ð
Andando - repuso el kanamita.
Los instrumentos volvieron a reaccionar, y un coro de risas ahogadas invadió la
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cámara.
-ð
Una vez más - dijo el doctor -, ¿cómo llegaron a este planeta?
-ð
En una nave espacial - contestó el kanamita, y los instrumentos no saltaron.
El doctor se enfrentó de nuevo con los delegados.
-ð
Se realizaron muchos de estos experimentos - dijo -, y mis colegas y yo mismo
estamos convencidos de que los mecanismos son efectivos. Ahora - se volvió hacia el
kanamita - pediré a nuestro distinguido huésped que conteste a la pregunta formulada en
la última sesión por el delegado de la URSS, es decir, ¿cuál es el motivo de que los
kanamitas ofrezcan estos regalos a los habitantes de la Tierra?
El kanamita se levantó. En inglés, dijo:
-ð
En mi planeta hay un proverbio: «Hay más misterios en una piedra que en la cabeza
de un científico.» Los fines de los seres inteligentes, aunque a veces parezcan oscuros,
son muy sencillos si se comparan con las complejidades del universo natural. Por lo tanto,
espero que los habitantes de la Tierra me comprendan y me crean si les digo que nuestra
misión en su planeta es simplemente ésta: traerles la paz y muchas cosas que nosotros
mismos disfrutamos, y que en el pasado hemos llevado a otras razas esparcidas por toda
la galaxia. Cuando su mundo deje de tener hambre, cuando deje de haber guerras y
sufrimientos innecesarios, nos consideraremos recompensados.
Y las agujas no saltaron ni una sola vez.
El delegado de Ucrania se puso en pie de un salto, solicitando que se le cediera la
palabra, pero el tiempo había finalizado y el secretario general cerró la sesión.
Encontré a Gregori cuando salíamos de la cámara de las N.U. Su rostro estaba
encarnado de excitación.
-ð
¿Quién ha promovido este circo? preguntó.
-ð
Las pruebas me han parecido veraces le dije.
-ð
¡Un circo! exclamó con vehemencia ¡Una farsa de segundo orden! Si eran
veraces, Peter, ¿por qué se ha suprimido el debate?
-ð
Seguramente mañana habrá tiempo para el debate.
-ð
Mañana el doctor y sus instrumentos estarán de vuelta en París. Pueden ocurrir
muchas cosas antes de mañana. En nombre del cielo, ¿cómo es posible que alguien
confíe en unos seres que parecen alimentarse de niños?
Me sentí un poco molesto. Repuse:
-ð
¿Estás seguro de que no te preocupa más su política que su aspecto?
El repuso, «Bah», y se alejó.
Al día siguiente empezaron a llegar informes de todos los laboratorios gubernamentales
del mundo donde la fuente energética de los kanamitas estaba siendo verificada. Eran
tremendamente entusiásticos. Yo no entiendo de estas cuestiones, pero parecía que
aquellas pequeñas cajas de metal proporcionarían más energía eléctrica que una pila
atómica, por casi nada y para casi siempre. Y se decía que eran tan baratas de fabricar
que todo el mundo podría tener una. A primeras horas de la tarde se sabía que diecisiete
países ya habían empezado a edificar fábricas para elaborarlas.
Al día siguiente, los kanamitas mostraron los planos y muestras de un aparato que
incrementaría la fertilidad de cualquier terreno cultivable de un sesenta a un ciento por
ciento. Aceleraba la formación de nitratos en el subsuelo, o algo parecido. Ya no se
hablaba de otra cosa más que de los kanamitas. Al día siguiente de esto, lanzaron su
bomba.
-ð
Ahora ya disponen de energía potencialmente ilimitada y mayor suministro
alimenticio dijo uno de ellos. Señaló con su mano de tres dedos hacia un instrumento
que se encontraba sobre la mesa que había junto a él. Era una caja colocada encima de
un trípode, con un reflector parabólico en la parte anterior -. Hoy les ofrecemos un tercer
regalo que, por lo menos, es tan importante como los dos primeros.
Hizo señas a los cámaras de la televisión para que tomaran un primer plano del
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aparato en cuestión. Entonces cogió una gran cartulina cubierta de dibujos y rótulos en
inglés. Nosotros lo vimos en la pantalla de encima del podio; todo era claramente legible.
-ð
Nos han informado de que esta emisión se transmite a todo su mundo dijo el
kanamita -. Deseo que todos los que tengan equipo apropiado para tomar fotografías de
la pantalla de televisión, lo utilicen.
El secretario general se inclinó hacia delante y formuló vivamente una pregunta, que el
kanamita ignoró.
-ð
Este aparato dijo proyecta un campo en el cual ningún explosivo, sea de la
naturaleza que fuere, puede estallar.
Reinó un silencio expectante.
El kanamita dijo:
-ð
Ya no puede ser suprimido. Si una nación lo tiene, todas deben tenerlo.
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