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Frunció el entrecejo, sabía muy bien que ese vestido la favorecía, pues revelaba su
figura.
 Creí que no te gustaba, a juzgar por tu insistencia en quitármelo.
 No sabes nada de los hombres si piensas que no me gustaba ese vestido  dijo
Stuart con voz seductora . He soñado con volver a verte con él.
 Cada quien puede soñar lo que quiera.
 Ah, sí, yo lo hago.  Le lanzó una mirada atrevida . Aunque en la mayoría de
mis sueños no tienes un vestido. ¿Quieres que te cuente?
 No tienes vergüenza  rio incrédula.
 No mucha. Se interpondría en mi camino. Ya tendrías que saberlo. Además,
fuiste tú la que decretó terminar con las mentiras entre los dos. Yo cumplo tus
deseos.
 ¿Mis deseos? Creí que hablabas de los tuyos, de tus deseos imposibles y
alocados.
A mí me parecen muy posibles, puesto que, cuando pierdas la apuesta...  sus ojos
bajaron y Charlotte advirtió que su cuerpo había vuelto a responder a su voz
aterciopelada y grave. El recuerdo vívido de las palabras sensuales de aquella noche
le produjo un estremecimiento interior. De pronto, tuvo clara conciencia del balanceo
del carruaje y del cuerpo de él, extendido sobre el asiento de enfrente, con un pie
apoyado casi junto a ella. Estaba reclinado con las manos entrelazadas sobre el
estómago, muy cómodo.
 Es largo el camino hasta Londres  comentó con esa voz grave que actuaba
sobre ella como una caricia . ¿Nos rendimos a lo inevitable?
 No es inevitable  replicó, asqueada por lo ronca que se le había puesto la voz.
¿Por qué siempre se sentía atraída hacia los peores hombres?
Él hizo una mueca.
 Tú sabes que sí. ¿Alguna vez hiciste el amor en un carruaje?
Charlotte trató de aplacar el calor que le subía de la entrepierna.
 Sí  confesó, con la mayor indiferencia posible. Después de todo, era una mujer
experimentada, no una muchacha ingenua que caería rendida ante su seducción . Y
no me pareció muy agradable.
Un deseo intensó relampagueó en los ojos de él.
 Entonces, ven aquí, y permíteme convencerte de lo contrario.  Le tendió una
mano. Charlotte se negó a mirarlo . Es un largo camino  insistió. A su pesar, la
mirada de ella se posó en la entrepierna de Stuart, donde su erección era clara bajo
los pantalones bien cortados. La horrorizó comprobar que ella también estaba
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Caroline Linden Pasión Secreta
excitada. Y bastante.
 Si dices otra palabra insultante, te disparo y punto.
 Charlotte, admite que me deseas. Tanto como yo a ti.
 ¡Por supuesto que no! Eres soberbio, engreído, inmoral, un mentiroso, un
ladrón...
 No dije que querías desearme, sólo que me deseas  puntualizó con tono
divertido.
 Quiero que me digas dónde está Susan. Después de eso, tendré sumo placer en
deshacerme de ti para siempre.
 No me ofreces un buen motivo para que te lo diga, ¿no?
Charlotte levantó la pistola y la sacudió con furia.
 ¡Bastardo!
 ¡Ey!  la alarma le coloreó la voz. Ladeó la cabeza cuando ella le apuntó el arma
directamente al entrecejo . Ten cuidado.
 ¡¿Dónde está?!
 ¡No lo sé!  gritó, todavía con los brazos a la defensiva . ¡Baja esa pistola!
Durante unos minutos de locura, siguió apuntándole. Luego se dio cuenta de lo
que estaba haciendo y la bajó en forma abrupta, sin poder creer que había llegado tan
lejos. Una cosa era tener una pistola y amenazarlo con usarla y otra apuntarle a la
frente. Se arrebujó en la capa, tratando de disimular el temblor. Había amenazado la
vida de alguien. Tuvo ganas de arrojar la pistola por la ventana, pero entonces
quedaría indefensa, y tal vez nunca encontraría a Susan. Eso debía guiar sus acciones
por sobre todas las cosas: encontrarla.
 Quiero recuperar a mi sobrina  reveló conmocionada . No quiero matarte,
pero tienes que decirme dónde está. Cuando la tenga de regreso, no me importará
nada. Dímelo, te lo ruego.
 Te he dicho que no lo sé  sonaba desconcertado.
Charlotte cerró los ojos.
 No te creo.
 ¿Por qué te desagrado tanto?  preguntó, después de unos segundos de
silencio.
 Tú sabes por qué  respondió antes de que él terminara de formular la
pregunta.
Drake bufó.
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Caroline Linden Pasión Secreta
 Sí, odias a cualquier hombre que considere el estado financiero de una mujer
antes de proponerle matrimonio. Porque, claro, las mujeres nunca se casan con los
hombres por su dinero, ni por sus títulos.
 Eso tampoco me causa admiración  concedió ella, suavemente.
 Pero, por alguna razón, me has elegido como blanco de tu desprecio. Me has
insultado públicamente, me hiciste echar de Kent, ¡de Kent, por Dios!, has entrado en
mi casa, me has apuntado con una pistola y ahora me has secuestrado. ¿Puedo
preguntarte qué me hace peor que cualquiera de los tantos hombres que necesitan
dinero hasta tal punto que son capaces de casarse para obtenerlo?
Charlotte luchó contra la pregunta. ¿Qué lo hacía diferente?
 Supongo que es porque hiciste que Susan se enamorara de ti.
 ¿Cómo podría hacer que una muchacha se enamorara de mí si ella no quisiera?
 Lo hiciste  insistió . Le cortejaste y le hiciste creer que la amabas.
 Nunca le dije una sola palabra de amor. Claro que la cortejé  admitió . Eso es
lo que hace un hombre antes de proponer matrimonio.
 Sí. Pero las mujeres son cortejadas todo el tiempo, y eso no quiere decir que se
enamoren  Charlotte hablaba bajito, casi para sus adentros . Susan es demasiado
joven para sospechar que son todas mentiras y demasiado romántica para proteger
su corazón. Es inocente, ingenua, por eso ama de manera ciega y absoluta, y pasa por
alto no sólo los pequeños defectos sino también los grandes, como el hecho de que su
amor no sea correspondido. Está a la merced de su amor, y puede ser fácilmente
destruida cuando descubra que ha sido una tonta. [ Pobierz całość w formacie PDF ]

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